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¿Por qué no puedo jugar?

sobre varones, masculinidades y teatro de lxs oprimidxs
ENTRE ALIADOS Y FUNADOS: TRILOGÍA DE JUEGOS PARA VARONES Y NO VARONES
aleosha eridani
 [pronto] 

‘¿Por qué no puedo jugar?’ Es la pregunta que una estudiante pronunció en un taller sobre varones y masculinidades que tuve oportunidad de facilitar en una universidad. Pregunta que se había hecho ella a sí misma cuando era niña, cuando su padre no la dejó seguir jugando con otros niños varones. ‘¿Por qué no puedo jugar?’, le pregunta ella a su padre en el taller, padre interpretado por un funcionario de la misma institución. ‘¿Por qué no puedo jugar?’ es la pregunta que repite una funcionaria que interpreta el papel de aquella estudiante cuando era niña. Niña impedida de habitar lo masculino. Padre que mandata dividir los cuerpos y los juegos. Niños amenazados por jugar con una niña. ‘¿Por qué no puedo jugar?’ es la pregunta que queda resonando en mi cabeza y mi corazón acerca de las imposibilidades que lo masculino hegemónico instala, imposibilidades que son ejercidas desde lo masculino y hacia lo masculino. Imposibilidades desde las cuales nacen los poderes, jerarquías y privilegios que justifican las violencias, subordinaciones y exclusiones de un patriarcado ‛adulto’. ¿Qué se transgrede al jugar? ¿Quiénes pueden jugar? ¿De qué se trata aquel juego?

 

‘¿Por qué no puedo jugar?’ también es la pregunta que yo me hago, la pregunta de un varón heterocis hacia el teatro de lxs oprimidxs. ¿Puedo hacer uso de los juegos, ejercicios y técnicas de aquel arsenal para abordar las cuestiones relativas a los varones y las masculinidades? La pregunta es audaz, ya que el método nace desde un varón heterocis y ha estado y sigue siendo multiplicado por muchos varones heterocis en posiciones de protagonismo. ¿Por qué preguntar si ‘puedo jugar’, como si en algún momento hubiese existido una imposibilidad? ¿Acaso no son las mujeres y otros grupos oprimidos quienes han estado más marginados de la posibilidad de jugar a estos juegos con pleno derecho? Aquellas son las contrapreguntas que inmediatamente imagino como respuestas a mi pregunta. Y claro, los varones han hecho y hacen uso del teatro de lxs oprimidxs constantemente. No obstante, si examinamos la pregunta de forma más detallada, ésta implica preguntarnos no sólo por quienes pueden ‘jugar’ sino también por el ‘para qué’ de aquel juego. Y es que cuando hablamos de varones y masculinidades, nos referimos al vínculo que existe entre los varones con respecto a las violencias de género y la dominación patriarcal, vínculo que nos lleva a evidenciar inmediatamente el lugar de ‘opresores’ que hemos ocupamos nosotros desde un punto de vista estructural.

Es por ello que la pregunta se vuelve aún más compleja, ya que no es un mero ‘¿puedo jugar?’ sino que se abren otras preguntas tales como: ¿Es posible jugar con nosotros? ¿Es posible un teatro de lxs oprimidxs que juegue con el opresor? ¿No sería aquello un teatro del opresor? ¿No es ésto acaso contradictorio al punto de contravenir las raíces mismas del método? Vista así, la pregunta ‘¿por qué no puedo jugar?’ tendría una repuesta taxativa: ‘porque eres el opresor’. Frente a esta respuesta digo sí, somos opresores. Pero también me pregunto ¿Es acaso nuestra única posición? ¿No hay entonces posibilidad alguna de jugar? ¿Cuáles son las hebras entretejidas entre varones y opresores?

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