En Chile cuando algo es difícil, complejo o improbable decimos que es pelúo, como contracción de peludo. Al mismo tiempo, algo pelúo es, literalmente, algo lleno de pelos. Siento que bien podríamos estar frente a un ‘teatro pelúo’, un teatro que al intentar trabajar con varones y masculinidades, con nuestras posiciones de opresores y oprimidos dentro del sistema patriarcal, se enfrenta a una labor difícil, que requerirá formulaciones estéticas complejas y que no nos da certezas acerca de nuestras probabilidades de éxito. Estamos frente a un ‘teatro pelúo’ que me resisto a que sea sólo para varones heterocis, aunque aquel sea uno de sus sujetos principales a interpelar. Creo que se trata más bien de un teatro que, al ser pelúo hace alusión a un cuerpo masculinizado, un cuerpo que puede ser de varón o no, un cuerpo que incluso también es habitado por identidades trans, masculinidades femeninas y otras masculinidades diversas. ¿Qué afinidad puedo yo sentir con lo pelúo cuando me siento más bien lampiño? Y es que lo pelúo quizá no sólo se reduce al hecho de tener pelos, sino justamente al supuesto problema generado por no tenerlos. La experiencia masculina de una peludez que al mismo tiempo es un mandato que no se ciñe a todos los cuerpos narrados desde lo masculino.

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A continuación, en este cuadernillo, comparto con ustedes una serie de planificaciones para realizar talleres con varones y masculinidades o en torno a estas temáticas. Estas planificaciones son casi las mismas que utilicé en varios de los procesos descritos y analizados en el volumen ¿Por qué no puedo jugar? Sobre varones, masculinidades y teatro de lxs oprimidxs, por tanto se trata de planificaciones probadas y mejoradas en varios sentidos. Cada una de éstas fue pensada para procesos en los que participaron tanto varones como mujeres y otras identidades de género. Sin perjuicio de ello, también pueden ser usadas para trabajar sólo con varones o con varones heterocis.